perra

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viernes, 6 de marzo de 2009

Durmiendo atada


Nunca podrá olvidar la primera noche que durmió con su Amo. Hasta entonces habían tenido varias sesiones, pero ella se había marchado a casa dormir, como una buena colegiala. Tal vez habría podido convencer a sus padres de que la dejasen pasar el sábado en casa de alguna amiga, pero lo cierto es que no estba segura de si él querría que pasara la noche con ella. Lo deseaba más que nada, pero también iba conociendo el amor de Amo por la soledad.

Finalmente fue él quien le propuso pasar la noche del siguiente viernes. Y, no, no fue difícil convencer a sus padres. Después de todo tenía ya 19 años, aunque cuando eres una mantenida la edad importa poco: el Estado te permite votar, conducir o entrar en un bingo, pero en casa sigue imperando la ley de los padres.

Bien, otro día hablaré más de aquella noche: de cómo ella quiso ser la escalva más bella y, sobre todo, la más obediente y sumisa para que él se sientiera orgulloso de su animalillo. De cómo le prestó todas las atenciones mientras cenaban, de cómo retiró los platos y esperó junto a los pies de Él que acabara su licor, De cómo sostuvo el cenicero mientras Él fumaba, de cómo se entregó, en definitiva.

Cuando se sintió muy cansada y a punto de rendirse al sueño, su Amo le ató las manos. “Es para que o te toques”, le dijo con una sonrisa maliciosa. Era incómodo estar acostada con las manos atadas, pero también el sueño era invencible y acabó durmiéndose. Fue entonces, de madrugada, cuando se despertó al notar que el brazo de su Amo le rodeaba el cuello y que su mano apresaba el pelo de su nuca tirando hacia sí. Además notó una de las piernas de él enlazada a las suyas y manteniéndolas separadas. Aquello comenzó a excitarla como pocoas cosas lo habían conseguido antes. Pero la gota que colmó el vaso fue el darse cuanta que, en la oscuridad, tras ella, su Amo se masturbaba. Lo supo cuando su puño comenzó a hacer un ruido muy característico al golpear contra sus nalgas redondas y lisas. Quería tocarse, pero tenía las muñecas atadas y no alcanzaba su sexo. Sentía que iba a estallar si su Amo no la tocaba o no le permitía tocarse ella misma. Mucho más cuando quien estalló fue él derramándose sobre la lisura de su culo, que no hacía sino agitarse.

Como tantas veces, el placer de la esclava estuvo en lacontención y en la privación, que son para el deseo como la yescaseca para el fuego. Esa noche se sintió arder.

1 comentario:

Unknown dijo...

precios relato querido amigo....


muy logrado....



y que deseos deesta como yesca a punto de arder....

Siempre sumisa

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La perra

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